sábado, 26 de junio de 2010


Filmada con mucha cámara en mano, dando la sensación de estar en medio del caos. Partícipe me siento de aquel día, el treinta de Enero de 1972, cuando el diálogo fracasa, cuando una manifestación supuestamente pacífica, unas quince mil personas, en contra del internment y a favor de los derechos civiles de Irlanda del Norte termina con piedras de un lado reprimidas con agua, balas de goma, gases lacrimógenos, hasta derivar en las balas de plomo que suprimieron la vida a trece personas transformándose en una matanza impune que no tuvo castigo hacia los responsables. Por este motivo, muchos jóvenes irlandeses se incorporaron al Ejército Republicano Irlandés, o sea la IRA. Lo realmente impactante de esta película es la sensación que deja en uno tras verla. Una sensación indescriptible, mezcla de angustia e incomprensión, porque aunque parezca mentira lo que Paul Greengrass, muestra simplemente es la realidad vista por la mente de un excelente director y expresada a través del objetivo de una cámara cinematográfica. Me despido con esta critica mientras reflexiono el sobre cómo la violencia irracional es uno de los actos más repugnantes del ser humano.

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