lunes, 1 de junio de 2009

The Purple Rose of Cairo es una historia de cine dentro del cine que escribe Allen. En tiempos de la depresión norteamericana, Cecilia, camarera en Nueva Jersey, soñadora, con una vida bastante vacía, encuentra el modo de soportar la realidad entrando con la mirada en un mundo paralelo, el cine, que es consolador. Y así una tarde, la frontera entre realidad y ficción desaparecerá por completo al salir de la pantalla el protagonista de la película, La rosa púrpura de El Cairo, que Cecilia había estado viendo una y otra vez. Se enamora perdidamente de el y todo es perfecto, hasta que irrumpe en escena el actor que da vida al personaje. Cecilia, lucha para nivelar la delgada línea que separa fantasía de realidad para comprobar finalmente que la realidad nunca supera la ficción. Por muy mal que te vayan las cosas, por muy disgustado que estés; siempre puedes encontrar en una película unos momentos de evasión y adentrarte en una historia fascinante. Eso es lo que Allen nos quiere enseñar, el cine como medio de evasión de la realidad, un maravilloso lugar para desahogarte y estar durante más o menos dos horas evadido de tus emociones. Y al mismo tiempo te plantea que la rutina es una cárcel de la que hay que salir y que la vida en el cine es mucho mejor que en la vida real o en otras palabras, ¿por que en la vida las cosas no pasan como en el cine? Metáfora perfecta. Tambien nos lleva por un juego en que realidad y ficción se confunden para mostrarnos la fragilidad de la frontera entre lo vivido y lo soñado. Es todo un homenaje al cinéfilo que Woody Allen rinde a los pies del espectador. Yo la seguiré viendo una, dos, tres, cuatro, y hasta cinco veces, con la esperanza de que alguno de los personajes o quien sabe, quizás el propio director salga de la pantalla y me conceda un ratito de ensueño, de cine.

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