domingo, 7 de septiembre de 2008

El cine en general cuenta una historia, y partir de ahí decide dejarte un mensaje, un poso, un recuerdo, un sentimiento, lo que sea. Las películas dramáticas dejan una herida en el alma. Bergman con "Persona" (1966) deja la herida ya desde su mismo principio, y utiliza el resto del metraje para abrirla hasta límites inimaginables. Lo que he sentido con "Persona" es el puro terror hecho cine, en carne viva pero es un terror cubierto por un velo, se puede vislumbrar la mitad de ese horror, porque Bergman sólo aclara la mitad de lo que pretende contar. Nos muestra el terror de lo desconocido, de su probablemente turbador discurso que no termina de explicar, directamente nos introduce en él. Hasta busca el terror en lo erótico, la secuencia en la que Alma describe su tórrida escena en la playa es tan atractiva como turbia. Argumento sencillo que habla de Elizabeth, una bella actriz de teatro que interpreta a Electra, deja de hablar súbitamente en plena obra. Los médicos no encuentran ninguna deficiencia física o indicios de algún trastorno psicológico, por lo que llegan a decir que Elizabeth debe haber dejado de hablar voluntariamente. Con tal de curarla, envían a la actriz con una enfermera, Alma, a una casa de campo, donde se desarrollará una relación de amor y odio entre las dos mujeres. Y con esa pareja de actrices entregadas hasta el final, a las que Bergman explora con planos en los que se puede ver el terror interno que cargan, sus luces y sombras. El silencio de una y el habla de otra, y luego Bergman decide fundir los horrores de la pareja en un plano arrebatador. He terminado tocado, atemorizado, con sensación de que yo no he sido el que ha visto y estudiado la película, sino que la propia película es la que me ha visto y estudiado a mí. Me ha aterrorizado, pero claro, es que Bergman se nota que sabe sobre el ser humano y la vida en general. Puede que sea una estafa, y que realmente Bergman se esté burlando de mí, pero yo creo que en el fondo el cine consiste en eso, en ser engañado. Ver para creer. Y de veras, no es una película sencilla ni válida para todos los públicos. El ver esta película es sólo la primera parte de la tarea que nos propone el sueco y debe completarse con una profunda y seria reflexión por parte de nosotros, los espectadores acerca de su propio yo, de sus verdaderos deseos y sus miedos.

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