lunes, 16 de junio de 2008

Vértigo (1958) se basa en Scottie Fergusson, un detective de la policía de San Francisco, que siente miedo a las alturas y se ve obligado a retirarse cuando un compañero cae de una cornisa al vacío donde muere, durante la persecución de un delincuente. Un viejo amigo del colegio, Gavin Elster, contrata a Scottie para vigilar a su esposa Madeleine, una bella mujer que está obsesionada con su pasado. Bueno, en realidad es una historia muy triste, sobre la pérdida y la enfermiza obsesión por recuperar aquello que se amaba, la causalidad de los actos y las consecuencias que estos llevan, y que acaban por surgir cuando menos lo espero, y digo que es una historia triste porque la unión de un personaje frustrado por esa pérdida con el remordimiento de otro personaje en una enfermiza relación amorosa no podía acabar de otra forma que no fuera trágica. Y miren de que manera lo acaba Hitchcock! un clima en el que regresan por cumplir con esa tragedia todos los demonios interiores de ambos protagonistas. El destino no es cruel, no es justo ni injusto, en esta historia, pero es el destino, inamovible y fríamente lógico. Sin ninguna duda, es una historia que me atrapa, que me fascina. Cómo Hitchcock era un genio muy perverso y eso es de las cosas que más me gustan de él. No sólo llenaba su cine de esa perversión, a veces muy explícita, la mayoría tan atractiva, sino que me la contagia, me saca mis instintos más básicos y me fascina. Esa es la razón. En fin, una extraordinaria película del maestro del suspenso. Se los recomiendo. Saludos de Tavis

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